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El baño de las cabras en el mar

Ref.: Asociación Cultural de amigos del baño de las cabras en el mar
El valor etno-histórico de una tradición ancestral:

Por Manuel J. Lorenzo Perera, Doctor en Historia, Director del Aula Cultural de Etnografía de la Universidad de La Laguna

Entre las actividades económicas practicadas por los antiguos habitantes del Archipiélago Canario – conocidos de forma genérica como guanches – destacan la agricultura, recolección terrestre, pesca, marisqueo, caza y, sobremanera, la ganadería, disponiendo de rebaños de cabras, ovejas y cochinos, criados bajo la forma de pastoreo de suelta.

Después de la conquista de Canarias (1492 – 1496) la mencionada manifestación económica ha prevalecido hasta nuestros días, no sin haber conocido escenas de menosprecio hacia sus realizadores, los pastores, quienes han mantenido toda una rica y milenaria cultura, con expresiones tan consideradas como pueden ser sus instituciones, las marcas del ganado, los nombres puestos a los animales, rasgos de su indumentaria, cultura material, recintos, elementos del hábitat, géneros folklóricos, todo un compendio de interpretaciones climáticas, actividades deportivas… y aspectos rituales entre los que descuella el baño de las cabras en el mar, costumbre llevada a cabo el día de San Juan.

Fue la de San Juan, hasta mediados del siglo XX, la fiesta más celebrada en Canarias, disfrutándose en la mayor parte de las poblaciones – grandes, medianas y pequeñas – contaran o no con estatua o iglesia bajo la advocación del Bautista, lo que solía acaecer en contadísimas ocasiones, denotando con ello su carácter de fiesta popular y profana.

Se desarrollaba durante la víspera y la onomástica del Santo – 23 y 24 de junio, respectivamente – pletórica en animación, variedad y plena participación de la comunidad, mediante la práctica de escenificaciones muy diversas, asignadas, según sus peculiaridades, a los diferentes sexos y edades.

La fiesta de San Juan hunde sus raíces en tiempos muy remotos, que, en el Archipiélago Canario, tiene por referente a la fiesta del Sol, del solsticio de verano o de comienzo del año que ya conmemoraban sus primitivos habitantes: los guanches. A finales de junio – en época guanche y durante mucho tiempo después – todo estaba dispuesto para que la vida prosiguiera: el estado de la mar o el de la floración del drago indicaban de qué modo iba a presentarse el nuevo año, siendo el momento indicado para soltar a los machos con las cabras y era por el mes de junio cuando se recogían los panes (cebada y trigo fundamentalmente), todo lo cual representaba un auténtico potencial de fecundidad, es decir, el inicio y la continuidad vital.

El baño de las cabras en el mar
Constituye una de las tradiciones sanjuaneras más interesantes y curiosas. Ha pervivido hasta la actualidad en el Puerto de la Cruz, aunque también se recuerda en otros lugares de Tenerife, donde fue estampa ampliamente generalizada hasta mediados del pasado siglo: Playa del Socorro (Los Realejos), Los Carrizales, Teno Alto (pagos pertenecientes a Buenavista del Norte)… El baño de las cabras en el mar –auspiciado por la creencia de que el agua el día de San Juan era bendita, tenía valores mágicos – aparece recogido en el libro La fiesta de San Juan en el Puerto de la Cruz (1) y en el artículo publicado en la revista El Baleo, titulado “San Juan: el baño de las cabras en el mar” (2).

Tenía lugar antes de salir el Sol, momento significado, también elegido para desarrollar otras prácticas: baño de las personas en el mar, salpicar las casas y todas sus dependencias con el “agua bendita” recogida – en alguna fuente, charco o manantial – al atardecer de la víspera, curar la hernia a los niños en la mimbrera o en el drago…

Hasta el bañadero ubicado en el viejo muelle pesquero del Puerto de la Cruz se encaminaban los cabreros de la localidad, miembros de la raza o gran familia de los Abejones, y otros oriundos de diversas localidades del Valle de La Orotava, quienes descendían, incluso desde Los Altos, a través de alguno de los caminos verticales que lo recorren: el de Chasna, el de La Cruz Santa…

Allí, en el muelle, confluían los cabreros y gran cantidad de vecinos, algunos de los cuales procedían igualmente a introducir en el agua a sus animales, cabras, burros y perros principalmente.

Al terminar de bañar las cabras y mientras se secaban, sus dueños hacían acto de presencia en algunos de los cafetines o bares próximos al objeto de cambiar impresiones, tomar unas copas, aprovechándose la ocasión para entablar algún negocio (adquisición de reses, de algún perro…). Mientras, los muchachos de la localidad acostumbraban a “fajarse” con los hijos de los cabreros, situación que concluía al rato, cuando se les reclamaba para que fueran alcanzando las cabras con el propósito de ordeñarlas a fin de vender la leche, lo que acontecía en el propio muelle o por las calles próximas. De lo que se desprende que el baño de las cabras en el mar cumplía también, todavía hoy, ese otro cometido: aproximar, relacionar a la gente de la mar con la del campo, espacios geográfico-culturales menos distanciados que en la actualidad. Ahora bien, la razón primigenia y principal del ritual del baño de las cabras era otra, tal como comentaremos en las líneas que siguen.

El motivo del baño de las cabras en el mar

Por tradición heredada de sus antepasados. Esa fue la respuesta que nos proporcionaron algunos de los viejos pastores del Valle de La Orotava a los que entrevistamos, entre ellos don Adrián Morales García, natural de Benijos (La Orotava).

Encontrándonos – año 1974 – en Teno Alto (Buenavista del Norte), le preguntamos a don Modesto Martín Dorta, quien contaba con 92 años de edad, por la explicación del baño de las cabras el día de San Juan. Y nos refirió lo siguiente: “para que se revolcasen y entraran en celo” a fin de que quedaran preñadas, factor que en las comunidades pastoriles – como lo ha sido Teno Alto - supone poder seguir contando con nuevos animales de quienes dependerán en el futuro.

La víspera de San Juan, al anochecer, se prendían las hogueras o fogaleras y, en torno a ellas, se emitían ajijides y tocaban los bucios, instrumento musical que en Canarias se ha utilizado, entre otros fines, para llamar la atención de alguien, en este caso conseguir el favor de las creencias superiores, promotoras de la transmisión vital. Hogueras que se formaban en lugares altos, con amplia resonancia y visibilidad, hasta el punto de que las de Los Carrizales (Buenavista del Norte) se encendían toda vez que contemplaban de qué modo empezaban a arder las de la Isla de La Gomera. Y al día siguiente, 24 de junio: “se soltaban” o “se ponían a padriar” a los machos al objeto de que las crías no nacieran a destiempo: “antes los soltaban del 24 de San Juan parriba”; de esa manera, unos cinco meses más tarde, las cabras y sus recentales, tras las primeras lluvias (“el agua es verde”), encontraban suficiente alimento y fresco pastizal.

Sobre el origen del baño de las cabras en el mar

Lo que queremos anotar a continuación se robustece al considerar los siguientes hechos: durante más del 75% del devenir histórico de Canarias, hasta el siglo XV, las islas estuvieron pobladas por grupos humanos de origen africano, bereber, dato que nos ayuda a entender y valorar mejor la pervivencia de rasgos físicos y culturales con posterioridad a la conquista del Archipiélago, los cuales contribuyen a enriquecer el patrimonio cultural canario y, consecuentemente, el de toda la humanidad.

Que sepamos, las fuentes escritas nada apuntan sobre la realización del baño de las cabras en el mar en tiempos de los viejos guanches. También es cierto que las mismas son escasas, parciales y muy limitadas. Pero sí es verdad que ofrecen información – con idénticas connotaciones a las anotadas en párrafos anteriores – en lo referente a la “manada humana”, siendo más abundante y sustanciosa para la Isla de Gran Canaria, habitada, como las restantes islas del Archipiélago, por grupos humanos de procedencia norteafricana, bereber.

Los baños benéficos del solsticio de verano han constituido una tradición irrenunciable en diversas culturas africanas. Inclusive los negros que viven en la Isla de Cuba la han mantenido, considerándose de suma antigüedad (3).

Bereberes y guanches acostumbraban a bañarse desnudos. Es posible que la señalada costumbre en Canarias conociese la embestida de la “púdica” Iglesia Católica tal como acaeció en el norte de África, donde fue condenada por San Agustín (4). Para la Isla de Gran Canaria, el cronista G. Escudero señala que las harimaguadas acudían solas a bañarse disponiendo de “día diputado para eso” (5). Relacionado con lo anterior se encuentra el pasaje citado por Viera y Clavijo en el que alude a las tres jóvenes que mientras se bañaban en la orilla del mar, “en el paraje que llaman los Bañaderos”, fueron sorprendidas por un grupo de cristianos; una de ellas – contaba con dieciocho años de edad – era sobrina del Guanarteme de Gáldar y se llamaba Tenesoya Vidina (6).

También en el seno de la sociedad pastoril – como refleja el cronista Azurara para Gran Canaria – hemos tenido oportunidad de observar el comportamiento anteriormente descrito para la manada de cabras: al baño de la mujer en el mar prosigue la fecundación por parte del varón (7).

Como ha señalado el historiador Abreu Galindo (8) o el cronista Sedeño (9), el Guanarteme tenía preferencia sobre los nobles, a alguno de los cuales podía ceder el derecho de prelibar a la doncella. Lo mismo interpretamos en la manada de cabras, donde el poder del macho principal es respetado, en caso “de estar encaprichado” por cualquier cabra, por los otros “machos padres”.

Pero, además de lo narrado en último lugar, existen otras coincidencias entre el ámbito de la gente y el de los animales, siendo un rasgo constatado en las comunidades pastoriles y ganaderas en general.

Las hogueras y la tradición de bañarse la gente en el mar durante la mañanita de San Juan han pervivido en las Islas hasta nuestros días. Solía acudirse a lugares determinados, instituidos por la tradición: costa de Bañaderos (Gran Canaria), Charcos Verdes (La Palma), Playa de las Mujeres, Charco de las Mujeres…, topónimos estos últimos que denotan la costumbre de llevarlo a cabo las mujeres en unos enclaves y los hombres en otros, ellos desnudos y ellas provistas de una especie de batilongo o camisón, acostumbrando, además, a emitir gritos o ajijides al adentrarse en el agua, otra estrategia para expresar el júbilo y de llamar la atención de la divinidad.

La recuperación del baño de las cabras en el mar

Hasta los años sesenta del siglo pasado el baño de las cabras resultó ser una continuada y entrañable tradición. Con posterioridad se fue difuminando. No cabe la menor duda de que la interrupción a la que nos hemos referido, mantiene estrecha conexión con la explosión turística del Puerto de la Cruz, factor que igualmente ha conllevado todo un cúmulo de dificultades (asfalto, aumento del tráfico rodado, perros mal educados…) en el traslado hasta los enclaves tradicionales. En 1984 algunos cabreros del Valle volvieron a bañar sus reses. Al año siguiente, dos de ellos lo llevaron a cabo en el muelle del Puerto de la Cruz; y otros dos, en la Playa de El Charcón. A estos últimos, tras la indignación y protesta de algunos bañistas, la policía local pretendió expulsarlos del lugar. Se les explicó la notabilidad del hecho y desistieron en su actitud.

Fue entonces cuando se decidió organizar el baño de las cabras. Su recuperación – tal como reflejan las fuentes periodísticas y la cartelería – correspondió al Colectivo Cultural Valle de Taoro; los actos discurrían de la siguiente manera: el día 23 de junio - por la noche, en la explanada del muelle – tenía lugar un festival de marcada filiación cultural (folklore musical, poesía, teatro, ventorrillos…) y al día siguiente, a media mañana, los pastores bañaban a sus cabras en el mar; el esfuerzo y el dinero para llevarlo a cabo lo conseguían y aportaban los propios promotores, limitándose el Ayuntamiento a cubrir los gastos de megafonía. Tal cosa se reprodujo durante varios años, hasta 1989 inclusive. Cuando el citado Colectivo, por diversas razones, decidió dejar de organizarlo, lo llevó a cabo el poeta y folklorista don Jesús Eustaquio Dorta Díaz (“Chucho Dorta”) hasta que falleció el día 27 de septiembre del año 2002. Con posterioridad, su impulsor principal ha sido don Juan Amílcar Fariña Acosta, contando con la colaboración del Área de Cultura del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, del Club Deportivo Náutico La Bajita y del Club de Palo Canario Hirguán.

Para quienes, a lo largo de la historia, han conocido y hecho realidad la manifestación cultural denominada baño de las cabras en el mar: sus principales artífices y ejecutores (los cabreros), organizadores, colectivos culturales, instituciones públicas y personas conocedoras y amantes de la cultura tradicional canaria, el legado heredado de nuestros padres y abuelos, es un gran motivo de satisfacción que el baño de las cabras en el mar sea declarado BIEN DE INTERÉS CULTURAL.

NOTAS

  1. LORENZO PERERA, Manuel J. y OTROS (1987): La fiesta de San Juan en el Puerto de la Cruz. Colectivo Cultural Valle de Taoro, Excelentísimo Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, Escuela de Magisterio de La Laguna. Madrid. Fue reeditado en 2002 por el Excelentísimo Ayuntamiento del Puerto de la Cruz.
  2. LORENZO PERERA, Manuel J. (2004): “San Juan: el baño de las cabras en el mar”. Revista El Baleo, número 17. Sociedad Cooperativa del Campo La Candelaria. La Laguna. Páginas 19 y 20.
  3. BARNET, Miguel (1968): Biografía de un cimarrón. Ediciones Ariel. Barcelona. Página 74.
  4. CAMPS, G. (1980): Les Berberes. Memoire et identité. París.
  5. MORALES PADRÓN, Francisco (1978): Canarias. Crónicas de su conquista. Excelentísimo Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Ediciones del Museo Canario. Las Palmas de Gran Canaria. Página 435.
  6. VIERA Y CLAVIJO, José de (1951): Noticias de la historia general de las Islas Canarias. Tomo II. Edición dirigida por Elías Serra Ráfols. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife. Página 64.
  7. ÁLVAREZ DELGADO, Juan (1981): “Instituciones indígenas de Gran Canaria: El Sábor”. Anuario de Estudios Atlánticos. Tomo 27. Patronato de la Casa de Colón. Madrid – Las Palmas de Gran Canaria. Página 441.
  8. ABREU GALINDO, Fray Juan de (1977): Historia de la conquista de las Siete Islas de Canaria. Edición crítica de Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife. Página 155.
  9. Cfr. Nota 5. Página 435.

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